La huella intacta

(Blog dedicado a la literatura de terror y misterio)

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La Carcajada

Posted by Jaume On martes, julio 20, 2010 1 comentarios

-Escucho una carcajada a medianoche en mi salón.
-¿Una cacajada? -pregunta el doctor quitándose las lentes.
-Si, cada noche.
-¿Le asusta?
-No me asusta la carcajada en sí, sino el desconocer el motivo de ella.
-¿Ha intentado averiguar su origen?
El paciente se rasca la cabeza y mira al suelo.
-Pasé una noche en mi salón acompañado de una vela y un libro. El sueño me venció. Volví a despertar por esa carcajada. Dí un respingo del susto.
-¿y bien? -el doctor queda boquiabierto con la narración.
-El libro que me acompañaba volvía a estar en la estantería. Desapareció de mis manos.

Esa misma noche, Adolfo Bellvel, regresó a su hogar como hacía de costumbre. Eran las diez de la noche. La escalera comunitaria estaba a oscuras y Adolfo la trepó acompañado de una canción silbada. La casa estaba en silencio. Dejó sus pertenencias en el recibidor. Caminó desconfiado por el pasillo que moría en el salón. Ese lugar tan extraño desde hacia una semana. Todo seguía en su sítio.
Tras la cena, se quedó amodorrado en el butacón junto a la ventana. Un haz de luna iluminaba parte de su rostro. Comenzó a roncar y el reloj de la pared lo interrumpió a la medianoche con doce campanadas. Ronquidos y campanadas crearon una extraña melodía. Una vela encendida sobre la mesa era testigo del momento.

[JA JA JA JA]

Adolfo Bellvel despertó sobresaltado mirando a todos lados, su corazón latía aceleradamente. ¿Quién eres? gritó a la nada. El silencio parecia responder: Nadie.
Se levantó con cuidado, como si le vigilaran en algun lugar oculto.

-¿Que extraña entidad viene a mi casa a mofarse de mi?

Nadie contestó. El ritual siniestro habia vuelto a suceder. Una carcajada a medianoche y un hombre asustado. La vela se consumía lentamente. La luna desaparecia tras una nube oscura.



-¿Que puedo hacer doctor? Creo volverme loco.
El facultado medita en silencio. Enciende su pipa y se acerca a su paciente impaciente.
-Coloque un espejo en el salón. Contémplese en él y todo lo que le rodea. Verá la realidad. Que está usted solo. Nadie se carcajea de usted. No deje que su mente le llene de fantasmas. Obsérvese a sí mismo, y repítase en su interior estas palabras: No hay nadie aquí. Mi mente solo juega conmígo.


El haz de luna descubrió a Adolfo colocando sobre la chimenea un enorme espejo. Se podia contemplar a través de el todo el salón. Su reflejo. La realidad frente de sí.
Colocó el butacón frente a la chimenea y se contempló. La mesa a su lado y una vela muda consumiéndose. Miró al reloj, quedaban cinco minutos para la medianoche. Apretaba sus puños de nervios. Tragaba saliba con fuerza. Cuatro minutos para la medianoche. Una gota de sudor se deslizaba por la sien. Las nubes dejaban ver la luna en su esplendor circular. Tres minutos para la medianoche. El corazón bombea la sangre con mas rapidez, sensación de mareo y nausea. Dos minutos. La mirada al espejo quedaba clavada, casi no pestañeaba. Un minuto... el reflejo de Alfonso le sonríe maquiavelicamente, coge la vela que le acompaña y prende fuego a su batín de seda natural. Suenan las doce campanadas. Arde deprisa y no se mueve, contempla a su gemelo desde el otro lado y comienza a carcajearse de risa. Una enorme antorcha humana se consume ante los ojos atónitos de Adolfo, que no deja de repetirse las palabras de su medico "No hay nadie aquí. Mi mente solo juega conmígo." El hombre que arde al otro lado no deja de carcajearse exageradamente, sin moverse del butacón que tambien comienza a arder. Adolfo se levanta rapidamente increpando a su siniestro gemelo, sin percatarse que la vela que hay a su lado cae sobre el butacón-

-¡No existes. Eres una falacia. No existes!

Las llamas del butacón alcanzan la seda real del colérico Alfonso. Comienza a arder y sigue increpando a su diabólico reflejo. Los gritos de rabia y desesperación se transforman en dolor. Alfonso cae al suelo consumido en llamas. Su imagen, le contempla. Luego desaparece poco a poco, mostrando el cadaver de Alfonso tendido en el suelo. El salón arde en llamas. Comienzan a oirse gritos en la calle avisando del fuego. La temperatura tan alta revienta los critales de la ventana, dejando escapar una columna de humo, denso y negro como la misma noche. Asciende como si deseara alcanzar a una luna, sola y desnuda.

©Jaime López. 2010

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1 Response for the "La Carcajada"

  1. Anónimo says:

    Qué bueno, Jaime. La carcajada le confundió bien. A veces no nos conocemos a nosotros mismos y llega hasta el terror.
    Me ha encantado.
    Gracias por compartir tus letras.